ENTREVISTA | Los desafíos de la Hna. Josée Ngalula, primera mujer africana en la Comisión Teológica del Vaticano

El papa Francisco saluda a la hermana congoleña Josée Ngalula, de la comunidad de San Andrés y una de las cinco teólogas de la Comisión Teológica Internacional, organismo que estudia las cuestiones teológicas para el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el 30 de noviembre de 2023, en el Vaticano. (Foto: CNS/Vatican Media)

El papa Francisco saluda a la hermana congoleña Josée Ngalula, de la comunidad de San Andrés y una de las cinco teólogas de la Comisión Teológica Internacional, organismo que estudia las cuestiones teológicas para el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el 30 de noviembre de 2023, en el Vaticano. (Foto: CNS/Vatican Media)

Sarah Mac Donald

Ver perfil del autor

Traducido por Carmen Notario

Ver perfil del autor

Join the Conversation

Send your thoughts to Letters to the Editor. Learn more

La hermana de San Andrés Josée Ngalula es la primera mujer africana nombrada miembro de la Comisión Teológica Internacional, principal órgano consultivo de la Iglesia en materia de teología y magisterio eclesiástico, llamado Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Es una de las cinco teólogas de esta comisión pontificia de 28 miembros.

Profesora de teología dogmática en la Universidad Católica del Congo, en Kinshasa, y en varios institutos de la República Democrática del Congo, así como en el Instituto Ecuménico Al Mowafaqa, en Rabat (Marruecos), esta mujer de 64 años está considerada una de las principales teólogas de África.

Ingresó en la Congregación de las Hermanas de San Andrés al terminar la enseñanza secundaria y tomó  sus primeros votos en 1983, y los perpetuos en 1993. Estudió Filosofía en el Seminario Mayor de Lubumbashi (República Democrática del Congo) y Teología en la Universidad Católica de Lyon (Francia), donde se doctoró en 2000. También es directora del Observatorio de la Violencia Religiosa y el Fundamentalismo Religioso en la República Democrática del Congo (OVIRCO), en la Universidad Católica del Congo.

Desde 2004, Ngalula acompaña pastoralmente a víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica. Ha escrito varias publicaciones sobre el tema de los abusos en contextos religiosos. 

GSR: ¿Puede hablarme un poco de su historia y de por qué decidió unirse a las Hermanas de San Andrés?

Ngalula: Nací en Kinshasa (RD del Congo) en enero de 1960. Mi padre Barthelemy Dipumba era abogado. Ha fallecido. Mi madre Gertrude Musuamba era contable. Durante su infancia, mi madre estuvo muy comprometida con nuestra parroquia, y eso se notaba en su oración, su catequesis y sus visitas a los pobres. Pertenecía a la primera generación de laicos de la arquidiócesis de Kinshasa, formada por el difunto cardenal Joseph-Albert Malula en el espíritu del Vaticano II.

La primera vez que oí hablar del Vaticano II fue a mi madre, que lo hacía en lingala, la lengua local de Kinshasa. Compartía información sobre un curso que había hecho sobre el Vaticano II en las reuniones de nuestra pequeña comunidad cristiana.

Fui a una escuela primaria pública. Mi escuela secundaria estaba dirigida por las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús en Kinshasa. Allí enseñaban dos hermanas de San Andrés. La congregación se fundó en Bélgica en el siglo XIII y está en la República Democrática del Congo desde 1932. Me interesó su espiritualidad ignaciana y solicité entrar en la congregación. Hice el postulantado, el noviciado y la filosofía en la RD del Congo. Después estudié teología en Francia, en la Universidad Católica de Lyon. Hice los votos perpetuos como hermana de San Andrés en 1993 y me doctoré en el año 2000.

Cuando el papa Francisco la nombró miembro de la Comisión Teológica Internacional en 2021, fue la primera mujer africana. ¿Hasta qué punto está interesado el papa Francisco en los temas de abusos sexuales que usted ha investigado?

La hermana de San Andrés Josée Ngalula asiste a un simposio sobre el Legado y Mandato del Vaticano II en Roma en octubre de 2022. (Foto: Josée Ngalula)

La hermana de San Andrés Josée Ngalula asiste a un simposio sobre el Legado y Mandato del Vaticano II en Roma en octubre de 2022. (Foto: Josée Ngalula)

El nombramiento es, en primer lugar, un reconocimiento de la importancia de las voces de las mujeres africanas en la Iglesia. Pertenezco a la tercera generación de teólogas africanas.

La primera generación son aquellas mujeres valientes de la historia de África que intentaron articular la fe cristiana en medio de los desafíos de su época. De las más conocidas sería Kimpa Vita en el siglo XVIII.

La segunda generación fue el famoso Círculo Ecuménico de Teólogas Africanas Preocupadas del siglo XX, fundado por Mercy Amba Oduyoye. Yo pertenezco a la tercera generación, que se nutre de su pasión tanto por Jesucristo como por África.

Este nombramiento es también el reconocimiento de una forma de hacer teología: teologizar escuchando al pueblo de Dios en nuestras pequeñas comunidades cristianas, parroquias, familias y jóvenes, siendo muy creativos a la hora de responder a los retos de la fe cristiana en situaciones y países concretos.

Me he reunido varias veces con el papa Francisco en el contexto de los debates de la Comisión Teológica Internacional, pero nunca he hablado de abusos sexuales con él. No estoy segura de que sepa que he investigado sobre este tema.

¿Cuál fue el título de la investigación que llevó a cabo en la que le hablaron supervivientes de abusos sexuales en un contexto africano? ¿Cuántas personas participaron?

La investigación tuvo lugar en Kinshasa, entre 2002 y 2020, y se centró en el sufrimiento de las víctimas de abusos sexuales en las familias y en la Iglesia. El objetivo eran las personas consagradas en la vida religiosa en formación inicial [novicios] o en preparación para los votos perpetuos [juniores]. La mayoría de las mujeres que participaron procedían de la República Democrática del Congo, pero los hombres procedían de muchos países de África; habían sido enviados a Kinshasa por sus congregaciones para estudiar filosofía y teología.

"Otra parte importante de la prevención es ayudar a las congregaciones religiosas de mujeres a dejar de pensar erróneamente en sí mismas como 'esposas de Jesús'. La vida religiosa se llama 'celibato consagrado'": Hna. Josée Ngalula. (Foto: Josée Ngalula)

"Otra parte importante de la prevención es ayudar a las congregaciones religiosas de mujeres a dejar de pensar erróneamente en sí mismas como 'esposas de Jesús'. La vida religiosa se llama 'celibato consagrado'": Hna. Josée Ngalula. (Foto: Josée Ngalula)

La metodología fue grupos de discusión. Utilicé las sesiones y conferencias que impartía como teóloga dentro de la estructura del internoviciado, así como los retiros mensuales para futuros sacerdotes y monjas en preparación para los votos perpetuos.

Los jóvenes hablan abiertamente porque es un marco en el que intervengo principalmente como 'hermana mayor' con experiencia y sabiduría. Pido permiso para abrir un debate sobre un trágico relato bíblico: la violación de Tamar [2 Samuel 13]. Ninguno de los participantes tenía que dar un testimonio personal, sino hablar del escándalo público de los abusos de los que habían oído hablar en la Iglesia y en las familias de su entorno. Debatieron si las víctimas guardaban silencio —como Tamar— y, en caso afirmativo, ¿por qué?  ¿Y cómo expresan las víctimas su sufrimiento? Calificamos de violencia sexual todo acto en el que una persona obliga a otra a mantener relaciones sexuales contra su voluntad, utilizando la fuerza física, amenazas, intimidación o drogando a la víctima.

El número total de entrevistados fue de 5800. Esto se desglosa:

  • Novicias (mujeres de entre 22 y 25 años): 1600 personas en 40 sesiones;
  • Junioras (mujeres de 25 a 30 años): 1200 personas a lo largo de 60 sesiones;
  • Futuros sacerdotes (hombres de entre 24 y 32 años): 3000 estudiantes de teología en cinco instituciones a lo largo de 20 años.

Los resultados de la encuesta nunca se han publicado en un libro porque prometí no publicar los detalles de las conversaciones que mantuve, sino solo hablar de los resultados en conferencias y entrevistas, aparte del informe realizado para los superiores de las congregaciones religiosas para la prevención de estos abusos.

La investigación demostró que los autores de abusos sexuales son tanto hombres como mujeres. ¿Le ha sorprendido?

Me sorprendió mucho oír en las respuestas que había mujeres entre los autores de malos tratos, tanto a otras mujeres como a hombres. Por tanto, tuve que corregir el rumor de que en África solo sufren las mujeres. Tanto hombres como mujeres pueden ser agresores o víctimas. Sin embargo, las historias escuchadas en estos grupos, en las familias y en las parroquias muestran que la mayoría de los agresores son hombres.

En relación con los clérigos maltratadores, usted descubrió que los abusos se perpetraban principalmente en el contexto de su abuso de autoridad, como en su papel de capellán de un convento o de acompañante espiritual.

Los abusos cometidos por clérigos representaron más del 80 % de los casos, incluyendo clérigos que abusaban de monjas y clérigos que abusaban de religiosos jóvenes bajo su autoridad. En este contexto, los clérigos abusadores suelen considerar a los laicos y a las monjas como un rebaño de 'subordinados' espiritualmente dependientes y llamados principalmente a la obediencia. Esto les lleva a la presunción de tener 'poder' sobre los laicos y las monjas, incluso sobre sus cuerpos.

El primer paso en la prevención es combatir esta mentalidad clericalista, esa creencia de que un sacerdote es el 'jefe' indiscutible. Los obispos deben enseñarla no solo a los futuros sacerdotes durante su formación, sino también a los laicos y a las monjas. También es importante determinar claramente los límites que los sacerdotes no pueden traspasar  en sus relaciones con los laicos y las monjas. Estos incluyen el lenguaje, los gestos, las peticiones inapropiadas y las cosas que no se pueden imponer en nombre del sacerdocio.

Uno de sus hallazgos es que algunos clérigos abusivos "utilizan interpretaciones erróneas de versículos bíblicos" para convencer a monjas y mujeres piadosas de que son "esposas de Cristo y, si eres esposa de Cristo, debes entregar tu alma y tu cuerpo a Cristo". El siguiente paso es convencerlas de que el clérigo representa a Cristo. ¿Es la educación de las mujeres parte de la solución?

Sí, la educación de las mujeres, especialmente de las mujeres muy piadosas, desempeñará un gran papel en la prevención. Los estudios bíblicos y una buena base en teología son necesarios, así como una base en derechos humanos. Las monjas deben aprender que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a declararse 'dueño' de su cuerpo.

Otra parte importante de la prevención es ayudar a las congregaciones religiosas de mujeres a dejar de pensar erróneamente en sí mismas como 'esposas de Jesús'. La vida religiosa se llama 'celibato consagrado'. Esto significa que las religiosas no están 'casadas' en absoluto, sino que siguen e imitan el celibato de Jesucristo.

Muchos piensan que una mujer 'debe' pertenecer a un hombre, por lo que imaginan que Jesucristo ocupa el lugar de un marido en la vida religiosa; no es verdad. Imaginar que Jesús es el 'marido' abre una brecha que nunca se llenará, y así deja vulnerables a las hermanas frente a clérigos viciosos que intentarán llenar esta brecha.

Usted ha señalado que la confesión ha sido utilizada por algunos clérigos para chantajear a las mujeres y que pueden haber divulgado información relacionada con el adulterio o el aborto para que mantengan relaciones sexuales con el sacerdote. ¿Qué se puede hacer para evitarlo?

En la investigación, nos centramos en los escándalos públicos, por lo que solo conocí un caso de chantaje en confesión: una víctima valiente que denunció públicamente a un párroco. El sacerdote fue sancionado por ese caso concreto, pero nadie sabe cuántas otras víctimas tuvo antes de la denuncia de esa mujer.

Para prevenir este tipo de abusos es importante enseñar a la gente que el sacerdote no tiene derecho a preguntar detalles íntimos en confesión o fuera de ella. La gente también debe saber que se puede denunciar a un sacerdote por este tipo de violación del confesionario. Es muy importante que haya espacios 'seguros' y personas 'seguras' [ante las cuales] los laicos puedan denunciar cualquier abuso y sentirse protegidos, y que se entienda que un sacerdote puede ser sancionado.

Llevamos muchos años pidiendo a las autoridades eclesiásticas que creen un ministerio femenino para acompañar a las mujeres en dificultades espirituales por asuntos de índole íntima, [bien sea] un diaconado u otro [tipo de] ministerio. Una mujer que lucha contra el adulterio no debería tener que confiar en un hombre ni ser ayudada por él. 

También descubrió que algunos de los agresores utilizaban insinuaciones culturales, como que la virginidad causa enfermedades, para manipular a las víctimas.

Por desgracia, sigue siendo el caso en las zonas rurales y en las familias pobres, donde las niñas no han tenido la oportunidad de ir a la escuela y, por tanto, no tienen un espíritu crítico. Es importante ayudar a las niñas a entender bien cómo funciona su cuerpo y deconstruir las mentiras inventadas por los abusadores sobre el cuerpo humano.

La investigación también puso de relieve cómo los miembros del laicado podían sufrir abusos por parte de otros laicos, por ejemplo en el contexto de una consulta médica.

Los abusos sexuales perpetrados por miembros del laicado representan menos del 10 % de los casos. Pero sigue siendo una situación muy grave y hay que tenerla en cuenta. Es muy importante hablar con las hermanas sobre el posible peligro y darles las herramientas que les ayuden a evitar este tipo de trampas. Por ejemplo, informarles sobre los derechos de los pacientes en un hospital, [como] rechazar determinadas peticiones de los médicos. Es muy importante que las monjas tengan cubiertas sus necesidades humanas básicas en sus conventos para que no tengan que pedir dinero a 'buenos' feligreses que luego pueden volverse violentos con ellas.

Usted destacó que algunas hermanas en posiciones de autoridad en la vida religiosa fueron autoras de abusos, en algunos casos una superiora o una hermana que entrenaba a jóvenes aspirantes. ¿Qué tipo de protocolos son necesarios para proteger a las jóvenes hermanas/aspirantes?

Sí, es una revelación muy chocante, aunque no se hayan denunciado tantos casos. Pero no se puede tolerar ni un solo caso. Tiene la misma gravedad que el incesto en las familias o el abuso de autoridad de padres o ancianos que amenazan con no dar comida o pegar a los niños.

Para proteger a los jóvenes en la vida religiosa es importante, en primer lugar, hacerles conscientes de que este peligro existe. En segundo lugar, es importante que las congregaciones tengan lugares seguros y personas seguras a las que un joven religioso o seminarista amenazado por este tipo de chantaje pueda acudir y quejarse. En tercer lugar, deben aplicarse sanciones estrictas cuando se descubre a este tipo de 'chantajistas'.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en ingles el 10 de septiembre de 2024. 

Advertisement

1x per dayDaily Newsletters
1x per weekWeekly Newsletters
2x WeeklyBiweekly Newsletters